Las Constelaciones Familiares son una herramienta terapéutica, y que podría ser parte del área de las terapias familiares basadas en la psicología sistémica. Esta mirada sistémica permite ver al individuo como un ser relacional, en particular con su familia, pero también con otros sistemas relacionales, como son los amigos el trabajo, los compañeros de las etapas de estudio, entendiendo que el sujeto no es un ser aislado en el mundo, sino que la interacción con los sistemas lo va configurando e influyendo.
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Por ello, a través de las constelaciones familiares es posible ver qué lugar ocupo, o desde qué lugar miro, en y dentro de mi familia, en y dentro de mi vínculo de pareja, o con relación a mi salud, a mi mundo profesional o de trabajo; ver dónde estoy y si acaso podría estar dispuesto a cambiar de lugar.
Por lo tanto, excede a lo que conocemos como un modelo exclusivamente terapéutico y se posiciona como un modelo filosófico del pensamiento, pues nos plantea la posibilidad de abrir los ojos y darnos cuenta cómo miramos y cómo podríamos mirar, si nos invitamos a un cambio de lugar y de mirada.
Lo que se busca y a lo que se invita es a ampliar la comprensión de “nuestra verdad”, sin alterarla ni justificarla. Algo en nuestro interior se modifica y nos posibilita integración de esta nueva mirada, tanto de sí mismo, como de todo aquello que nos rodea y que nos conecta con los diferentes sistemas en los que se participa.
El trabajo de la herramienta de constelaciones familiares sólo muestra algo, quizás un inicio. Es quien consulta, ya sea en forma individual o en grupos/talleres, quien decide y define el paso siguiente pues es él mismo el protagonista de su propia historia y nadie puede suplantarlo o hacer algo por el que le corresponda sólo a él.
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Cómo se hace una constelación
El consultante plantea un tema o problema y luego de una breve conversación con el terapeuta, se acuerda con él una hipótesis de trabajo, siempre con la invitación a dejarse sorprender por lo que vaya a ocurrir, y estar dispuesto a desechar esa hipótesis en cualquier momento..
Se le solicita que ubique en el espacio esa imagen interna que ha dentro de sí, que tiene del “problema”. Eso ya le permite ver y es el inicio del “darse cuenta”. Se mira y describe la imagen, sin juicios, sólo lo que se ve. Sin interpretar, sin proyectar.
Cuando el trabajo es grupal, para poder desarrollar la constelación familiar se eligen representantes para el consultante y para su problemática. Lo que genralmente comienza a suceder es que estas personas elegidas como representantes tienen sensaciones coincidentes con aquellas a quienes representan, sin conocerlas, ni tener información sobre ellas, confirmándolo con el consultante. Esto es lo que permite continuar con el trabajo, con la finalidad de poder alcanzar una imagen final de solución que sirva a la persona que solicitó la constelación, que presentó el tema o asunto.
Lo que se muestra como “solución” no siempre es lo que buscamos, esperamos o queremos. Sin embargo, en todos los casos, esta nueva imagen suele producir un impulso, un significado, una activación, una fuerza para el consultante que le invita y permite realizar un siguiente paso en y dentro de su vida.
Si el trabajo es individual se trabaja con dibujos, plantillas, objetos, que se ubican en los lugares de un espacio físico, buscando representar la situación del problema o la imagen interna que el consultante tiene de su problema o tema o asunto.
Individual o grupal, el proceso mueve y remueve a la persona y provoca emociones, sensaciones e impulsos para reflexionar. En el caso del taller, todas estas sensaciones o emociones o reflexiones se extienden a los demás asistentes o participantes, invitándolos a ver cómo aquello que se está presentando podría tener que ver con su vida y puede ser aplicado a ella. Sólo es necesario estar presente en el sentido de tener disposición a estar y tomarlo que ahí se presente, en cada historia, acaso, tema o asunto, en cada constelación desarrollada, estar muy abierto y respetuoso ante lo que se muestra. De esta forma, los “observadores” del trabajo también son parte en su propio proceso.
Cuando una parte del sistema se mueve, todo el sistema lo siente. Es por ello que el movimiento de quien consulta influye en aquellos que están presentes en ese momento y también en todos aquellos que son parte del o de los sistemas en que participa el consultante, aún no estando presentes físicamente.
Este trabajo no es sólo una “técnica”. Me atrevería a denominarla un “arte” y, personalmente, yo mismo la experimentado como una “filosofía de vida”, a la queme encantara que todos participaran.
De esa manera es posible aplicar las comprensiones o miradas sistémicas, de la psicología sistémica, en muchos ámbitos: en la terapia, en las organizaciones o empresas, en la educación, en la salud, en fin, en todas las relaciones cotidianas de nuestra propia vida.