Llegaste a la consulta muy serio, abatido, expresando en tu rostro que pocas ganas tenías de vivir de esa manera. Lo único que anhelabas era poder fluir, poder volver a ver la vida
en colores.

Tenías muchísimo miedo a lo que los otros pudieran decir, a lo que los otros
pudieran pensar o incluso ordenar. Tenías, además, mucho miedo de toda la vida, de todo
lo que estaba fuera de ti. Tenías miedo de hacer daño a otra persona. Y te diste cuenta que, muy profundamente, tenías miedo de ti mismo.

Al revisar tu historia pudimos comprobar que habías permanecido toda tu vida exigiéndote
por ser el único hijo, en agradar a tus padres en todo, y que todo los que tú hicieras fuera de la máxima excelencia.

Sin embargo, toda esa excelencia te había producido a una rigidez, una estructura, que
hoy era muy difícil de romper y soltar. Todo el mundo, desde pequeño, te alababa. Todos
comentaban lo bello y lo buen hijo que eras. Aquello se transformaba para ti cada vez en una exigencia más.

Finalmente, poco a poco, te fuiste descubriendo tal y como eras, cuando ya tenías una edad adulta cierto día todo cambió. Un accidente te hizo replantearte la vida y preguntarte si acaso
tenía sentido continuar con esa rigidez tan alta, sí tenía sentido continuar estando al
medio de la relación de papá y de mamá, conteniéndolos, uniéndolos, apoyándolos,
conduciéndolos, cuando el único que no era capaz de contenerse ni de ayudarse eras tú a ti mismo.

Por ello, y porque tenías muchas ganas de amar a otro, te acercaste aquí a pedir ayuda. “Quiero fluir” me dijiste y comenzamos el trabajo.

Había que replantearse la imagen de hijo en primerísimo lugar, luego la imagen de papá y
de mamá que habías tenido por estos casi 50 años de vida. Había que replantearse el
lugar desde dónde estabas mirando al mundo, cuando podías mirarlo, ya que la mirada hacia tus padres era permanente y te impedía, muchas veces, conectarte con aquellos que deseaban conectarse contigo.

Así comenzó nuestro trabajo.

Hacía frio, era muy temprano en la mañana, tocaste la puerta, y entraste cubierto con todo el abrigo posible para evitar el frio. Y los colores del living te asombraron y te invitaron a dejar abrigo, bufanda, gorro al lado, para dejarte envolver por toda la gama de colores que adornan el living.

Nos fuimos a la consulta y me planteaste que deseabas trabajar los hombres de tu familia. Ya habían pasado casi 30 años del suicidio de tu padre. Y hoy, a tus 38 años, sentías que por fin había ocurrido tu resurrección interior, que por fin había luces de estar saliendo de la oscuridad subterránea, de las mazmorras que hasta ahora te habían acogido.

Claro que no las veías como un lugar de acogida, aunque tampoco como un castigo ni parecido. Sentías que por fin tu padre estaba alcanzando cierta paz. Y eso te había permitido a ti descubrirte, y comenzar tu verdadera conquista, tu verdadero desarrollo interior, desde la paz, desde la alegría, desde la autenticidad y desde la pasión de vivir el amor a ti mismo, a tu verdad, a lo que realmente eres, tal y como eres, sin juicio, sino desde el amor.
Entonces yo te hice una invitación, la invitación de encontrarte con tu padre, de decirle cuánto lo sigues amando, y que ahora puedes ver el costo que él pagó por la vida. Y que eso te permitía ver su tremenda grandeza, grandeza que hasta ahora no habías visto, grandeza que ahora te permitía ser sólo tú, el chiquitín, el pequeño. Ya podías dejar con él, con su grandeza, todo lo que es de él, y que habías estado cargando por él, sólo por ser un buen hijo. Pero que ahora ya podías darte cuenta que no era necesario cargarlo más, que no te quedaba bien, y que él podía hacerse cargo de lo suyo, que él es el grande y que cuenta con los recursos para ello.
Ahora sí el será tu papá, el grande, tal y como es. Y eso es lo que a tu papá le da esa tan merecida paz y tan merecido descanso. Ahora tú, siendo sólo tú, puedes girarte hacia la vida, mirar la vida y hacer algo lindo con la vida, para ti y para todos los que se te confíen.

Gracias por haber venido hasta acá y por regalarme la experiencia de conocerte.
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